Existe un duende, que en tazas de
porcelana, guarda las almas de aquellos que mueren ahogados. En cierta ocasión,
el duende se encontraba contento y preparándose para su cercana boda; aún no
tenía a la novia, pero sabía que pronto caería.
Por otro lado, una madre tuvo un
horrible presagio en un sueño y le ordenó a su hija que no fuera al lago que se
encontraba cerca de la casa. Pero la hija, como es de esperarse, desobedeció a
su madre y ese mismo día se dirigió al lago a lavar un poco de ropa. Al meter
su primer vestido en el lago, el puente donde se apoyaba se rompió y la
muchacha cayó al agua. Esto llenó de dicha al duende, quien en lugar de guardar
su alma como cualquier otra, reclamó a la muchacha como su esposa. La muchacha
se resignó a su destino y se casaron en este
mundo subterráneo del duende. Incluso tuvieron un bebé, el cual era lo único
que le daba ánimos a la muchacha, quien extrañaba de sobremanera su antigua
vida.
En cierta ocasión, ella le cantaba
una canción de cuna a su hijo, pero al voluble duende no le gustó tal melodía y
éste se enfadó. Ella trató de calmarlo y eventualmente lo logró. Al tenerlo más
tranquilo, la muchacha le pidió permiso para visitar a su madre. El duende, no
muy contento, concedió su petición pero con 3 condiciones: no debía besar ni
abrazar a nadie, debía volver al sonar las campanas y debía dejar al hijo con
él, como garantía de su regreso. La muchacha aceptó y por fin pudo visitar a su
madre. La visita entre madre e hija fue muy emotiva y como era normal, la madre
no quiso que la hija regresara con el duende. Las campanas sonaron y la
muchacha seguía en casa de su madre.
El duende enfadado, llegó
entonces a la puerta de la casa para llevarse a su esposa, alegando que el bebé
necesitaba ser alimentado. Las mujeres dijeron que si era así, que trajera al
bebé a la casa para alimentarlo. El duende no aceptó tal propuesta y furioso,
siguió insistiendo aunque las mujeres no cedían. La ira del duende desemboca en
una descomunal tormenta, que aterra a madre e hija quienes se encierran en la
casa, dejando al duende fuera.
Las temerosas mujeres permanecieron resguardadas hasta que la tormenta fue disminuyendo. Una
vez que escucharon que todo estaba tranquilo, decidieron abrir la puerta. Justo
en la entrada encontraron sobre un charco de sangre, un pequeño cuerpo sin
cabeza y una pequeña cabeza sin cuerpo.
El duende se retira completamente solo de vuelta a su
misterioso mundo subterráneo.
Así va la historia de un poema sobre el cual
Antonín Dvořák, compuso el poema sinfónico “Vodník” (El duende de las aguas).
Dvořák, en el mejor de sus momentos, nos ofrece esta brillante obra, donde
maneja leitmotivs bien desarrollados y nos narra la historia de manera
entretenida. Desde el tema melancólico de la madre hasta el tema principal (el
del duende) que resulta muy rítmico y pegadizo. La canción de cuna, la
tormenta, las campanas… toda la historia fantástica hecha música. Definitivamente
una de las piezas de Dvořák que se encuentra entre mis favoritas.
Comentarios
Publicar un comentario