Este es el segundo poema sinfónico de cuatro en serie que compuso Dvořák al regresar de Estados Unidos a su tierra natal. Estos cuatro poemas sinfónicos están basados en poemas del escritor Karel Jaromír Erben, que se encuentran en una antología llamada Kytice o ramillete de leyendas nacionales.
El primero de los poemas sinfónicos es “Vodník” del cual ya he escrito en este blog (una de mis piezas favoritas del compositor). Ahora le toca el turno a “Polednice” o “La bruja del mediodía”. Vamos a ver cómo va la historia.
Desgraciadamente el niño siguió comportándose de la misma manera, hasta que de repente, justo al mediodía, alguien tocó a la puerta. ¡Era la mismísima bruja del mediodía! Y venía dispuesta a llevarse al niño. La madre no podía creer que su fantasiosa amenaza se volviera realidad y por supuesto, llena de horror tomó a su hijo y se negó a entregarlo. Pero la bruja venía por el infante, y no se rendiría hasta lograr su cometido. Se desató entonces una angustiante persecución dentro de la casa, hasta que eventualmente, la madre se desmayó.
El padre regresaba feliz del trabajo y cuando entró a la casa vio como su esposa estaba inconsciente con el cuerpo de su hijo muerto en los brazos. ¡La madre había asfixiado accidentalmente a su propio hijo tratando de salvarlo! La madre despierta en ese momento y se percata de lo que había hecho. La historia culmina con la familia llorando esta tragedia.
A mí me sigue llamando la atención lo oscuro de estos temas en los poemas que toma Dvořák para hacer música. Aunque claro, este poema no es tan brutal como “Vodník” que incluye la decapitación de un bebé o el siguiente poema “La rueca de oro” que incluye desmembramiento y extracción de ojos a unas damas. En fin…
Dvořák es un maestro creando música hermosa con estos cimientos. “La bruja del mediodía” dura unos 14 minutos y representa bastante bien la historia. Comenzando muy alegre con el niño gritando (oboe con un motivo de cuatro notas) y luego la colérica madre regañándolo y amenazándolo (mismas cuatro notas con las cuerdas, casi sonando como el da-da-da-daaa de la quinta de Beethoven). Todo este conflicto se repite hasta que de golpe toda la música para y quedan únicamente los macabros violines que casi silenciosamente mantienen el suspenso ante la llegada de la bruja. Dvořák continúa el desarrollo de su poema, dejando mucho a la imaginación del escucha. De repente, ya en los últimos minutos, escuchamos nuevamente música optimista que señala la llegada del padre a la casa y por supuesto, vienen los últimos instantes: el despertar de la madre, el horror al ver la escena y el cierre trágico y grandilocuente que el poema merece.
Espero que le agrade al lector.
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