Como sabemos, existen entre los compositores contemporáneos, aquellos que pueden ser recomendados a gran parte del público, gracias a que su música no presenta retos de complejidad melódica exagerada, excesivo uso de disonancia o atonalidad que deja perdidos a muchos escuchas. Uno de estos compositores me parece sin duda, el georgiano Giya Kancheli, de quien haré un breve comentario en este post.
Giya Kancheli, quien es un compositor aún viviente, goza de muchos seguidores. No es para sorprenderse, puesto que su estilo es “accesible” y de expresividad emocional directa. A veces, notamos (como es de esperarse en estos tiempos) bastante influencia minimalista; no en el sentido de repeticiones ad nauseam de motivos, sino en la manera a veces algo ligera en que presenta sus temas. Estos, siempre tonales y siempre directos.
Que no piense el lector que estoy criticando al compositor. Kancheli me parece uno de los mejores ejemplos de compositores actuales, que comunican con limpieza sentimientos de nuestra época y en un lenguaje musical también de nuestra época (si bien, nada vanguardista). Yo percibo cierto espíritu algo “peliculero” en sus tristes harmonías y supongo que no seré el único. Otra de las cosas que me gusta de Kancheli es que sus obras parecen presentar un enfoque teatral, dramático que las hace funcionar muy bien como espectáculos sonoros ricos y entendibles.
Kancheli, no vamos a mentir, tiene un estilo muy definido. Su característica principal: el contraste impactante entre los pasajes silenciosos, de tristeza profunda y los ataques dramáticos, muy ruidosos. Su música es muy expresiva y tenemos que admitir que no hay muchos sentimientos joviales; su música tiende a la tristeza, el lamento, el dolor, el drama y la contemplación; siempre con una belleza peculiar de Kancheli, que a veces es agridulce, a veces un poco oscura.
Ahora bien, personalmente pienso que el punto más fuerte de Kancheli es también su punto “débil” (por decirlo así). El punto fuerte es que tiene una voz única, inequívoca en su música y eso le garantiza un lugar privilegiado en el mar de compositores que existen actualmente. Sin embargo, Kancheli se está tornando bastante prolífico y puesto que sus obras siempre están repletas de todos sus sellos característicos, no es de extrañarse que muchos no vean diferencias grandes entre las “personalidades” de cada obra. Si se me permite decirlo de manera más informal: puede que para muchos todas sus obras suenen igual.
Esto por supuesto no nos evita disfrutarlo y recomendarlo. De lo que he escuchado de este señor no titubeo en recomendar:
“Styx” para viola, coro y orquesta, una obra con muchos detallitos creativos que vale la pena disfrutar.
Sus sinfonías 4 y 6, que son las que más me gustaron, aunque admito que desde la 3 hasta la 7, todas cumplen con los “sellos” Kancheli y puede costar diferenciarlas una de otra.
Así también, “Diplipito”, el “Llorado por el viento” (Mourned by the wind) para cello y orquesta y finalmente, la obra que dejo de muestra, “Light Sorrow” (algo así como "Lamento de luz"), una peculiar obra, que utiliza voces de niños, que cantan y recitan poemas (esto le da cierto ambiente algo oscuro, por lo menos en mi percepción), mientras la orquesta nos lleva por los típicos terrenos desoladores y atormentadores de Kancheli. Espero le agrade al lector.
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