Entre los compositores contemporáneos que pueden ser disfrutados por el público general está el japonés Takashi Yoshimatsu, de quien ya he recomendado su Concierto para piano “Memo Flora”.
En esta ocasión recomendaré su primera Sinfonía “Kamui-Chikap” que es a mi parecer, la más rica y diversa de todas sus sinfonías. Esta obra es una sinfonía del siglo XX desconocida, caracterizada por sus modos y ritmos jazzeros, lo cual no es raro en el compositor quien tiene sus inicios en rock y en jazz antes de haber comenzado a componer música de concierto. No se puede negar que esta sinfonía tiene un tinte “raro”, lo cual la hace bastante atractiva.
La Sinfonía No. 1 de Yoshimatsu tiene una duración aproximada de 45 minutos, con 5 movimientos que se distribuyen más o menos así:
Como se puede ver, los movimientos tienen títulos característicos: Tierra, agua, fuego, aire y arcoíris. Desconozco el programa descriptivo del compositor (si es que lo hay); sin embargo, no necesitamos mucho más que los títulos para poder disfrutar de esta obra.
La Sinfonía arranca con su movimiento “Tierra”. El inicio es misterioso cargado tensión, poco a poco Yoshimatsu nos envuelve en motivos atonales y efectos sonoros, así como una evidente marcación del ritmo. El efecto lo describo como entrar poco a poco a un bosque, con muchas bellezas (las maderas imitan cantos de aves, por ejemplo) pero eventualmente con peligro. Este es el movimiento más “áspero” de todos y advierto al oyente que no se deje engañar por este inicio modernista y agresivo. Recomiendo mover la cabeza siguiendo el ritmo (cuando se hace más notorio en las percusiones) para llevar más fácil este viaje por este bosque oscuro que eventualmente termina, con el ambiente misterioso del arranque.
El 2do. Movimiento “Agua” es un ejemplo del Yoshimatsu que muchos preferimos: el tranquilo, contemplativo. Aquí Yoshimatsu prácticamente nos pinta un paisaje japonés, agua fluyendo, aves cantando, el viento, la tranquilidad… hay solos de violín y de chelo que profundizan nuestra sensación de estar en ambiente reflexivo. El piano participa también para este efecto, que no se pierde hasta que el movimiento culmina.
Al parecer Yoshimatsu quiso darnos una sinfonía de contrastes, puesto que el 2do. Movimiento es diferente al primero. Ahora, después de la tranquilidad de “Agua” sigue el 3er. Movimiento “Fuego”, que se asemeja en intensidad a “Tierra” pero con diferente estilo. “Fuego” es todo un personaje, pues es el movimiento donde las influencias de música popular son más evidentes. Por momentos me parece algo populachero, pero aún dentro de él tenemos espectaculares momentos de percusión y efectos contemporáneos. Yo describiría a este movimiento como un scherzo rockero-jazzero de acción peliculera, bastante curioso y muy entretenido.
Después de ese fogoso espectáculo, llegamos al 4to. Movimiento “Aire” que al igual que el 2do, es tranquilo. A diferencia de “Agua”, este movimiento es más sentimental, donde las cuerdas vienen con la mayor carga emocional. Hay una hipnótica celesta que tintinea y nos impone un ambiente de ensueño así como una flauta que también tiene su momento protagonista. Yo resumo este movimiento como estar en lo más alto de una montaña viendo las nubes, inundado en un profundo sentimiento de añoranza (lo sé, ando sentimental, je je).
El “Aire”, con su pacífica textura, viene casi unido con el último movimiento de la sinfonía: el “arcoíris”. Con delicadeza y colorido, el arranque tintineante del movimiento es todo un algodón de azúcar, más dulce no se puede pedir. Al poco rato nos damos cuenta que este cierre no se trata de una melodía romántica que se va a desarrollar. Este “Arcoíris” es tal cual, una sucesión de colores sonoros, todos brillantes y claros, nada oscuro, nada disonante. Yoshimatsu explota este cierre de sinfonía para presumirnos sus habilidades para mezclar los timbres y las texturas que ya hemos disfrutado a lo largo del viaje. Su efecto, a la vez tan simple y tan raro, parece transportarnos y elevarnos. Después de los acordes más brillantes donde dominan las trompetas, el arcoíris se va difuminando, hasta extinguirse en el silencio. Y así termina el viaje.
Esta sinfonía siempre me deja un sabor extraño, tal vez por la gran diferencia que hay entre el primer movimiento y el último, o tal vez por ciertas armonías que me parecen emocionalmente ambiguas. Pero al final, es este sabor lo que la hace una de mis sinfonías favoritas del compositor.
Si al lector le llama la atención, aquí dejamos la sinfonía para subirle volumen y ¡disfrutar!
[La imagen de la pintura que aparece en este post es de la artista Ellen Dittebrandt, quien no tiene nada que ver con Yoshimatsu o la obra. Sin embargo, quien subió el video de Youtube que comparto, utilizó pinturas de ella para acompañar la sinfonía y creo que con su peculiar colorido me pareció una buena elección.]
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